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Siempre me he abstraído de la realidad que me rodea. No es una forma de escape, es la manera en que puedo relfexionar sobre lo que está sucediendo. Desde niña he tenido un sueño: ir a Francia y quedarme a vivir allí. Fantasear con trabajar en un pequeño café, vivir en un piso de un ambiente y ser feliz. Pasear por las calles europeas, disfrutar de un libro bajo la sombra de un árbol y de todo lo que mis ojos vean.
La lucha ha sido constante y dolorosa. He dejado amigos y familia atrás por lograr mi objetivo. He llorado y reído, conocido personas que me han inspirado para seguir y otras que han tratado de que abadone mi más grande anhelo. Pero sigo en pie, dispuesta a dar todo lo que esté en mis mamos para poder coger el avión y viajar al viejo continente, establecer una vida y sólo ser feliz.
Quienes aún siguen conmigo lo entiende y me dan ánimos para seguir. Alimentan mis esperanzas y ganas de soñar con esa realidad que ha estado tan latente en mí.
Tú siempre creíste en mis capacidades para lograrlo, juntos creamos ese infinito donde reunimos nuestros propios deseos y nos fuimos a un universo paralelo. Hoy, estás ya en ese lugar y a mí me falta mucho para encontrarte. Pero sé que desde donde estás me apoyas y cuidas mis pasos inexpertos pero llenos de ganas de aprender. Me has ayudado a escoger con quienes compartir ese caminar y nunca voy a dejar de agradecerte por eso.
Por nada ni nadie lo dejaré. Mis planes están trasados a sangre en mi cuerpo, cada día son un recordatorio de que queda menos y la cuesta arriba está cada vez más cerca de terminar. Quiero compartir eso con todos los que dejo entrar en mi vida, pero si alguien no lo comprende no lo puedo obligar. Debe buscar sus propios anhelos e ir por ellos, sólo de esa forma se logra una felicidad plena y no sólo un estado pasajero. Aunque nuestros caminos no sean juntos, como el de tantos que han seguido sus sueños, lo importante es no dejar el sendero que lleva esa luz de plenitud eterna.