21 de febrero de 2016

(280).

Los amores de verano siempre son impredecibles. Sin importar la edad que uno tenga, la adrenalina que corre por el cuerpo al tenerlo es indescriptible. Las miradas furtivas, las sonrisas tímidas y los coqueteos son parte del principio. Cuando eso pasa todo lo que viene es cosa de tiempo. 
Sí, porque va en contra y no se puede detener. Llega el fin del verano, dos meses llenos de atardeceres y suspiros, pero que dan paso a la realidad. Al mirar hacia atrás, una sonrisa melancólica aparece en los labios y las lágrimas se concentran en los ojos, una que otra quiere salir. 
Y aunque se conoce de memoria el final uno no puede evitar querer que dure un poco más.

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